mardi, novembre 20, 2007

Ahora va el final y pronto saldra la edicion…

Extracto del libro (6) / FINAL

"MI PRIMER AMOR" de YVAN SERGUEÏEVITCH TOURGUENIEV
Colección : Los Libros de Boris - COLIHUE

«Por la tarde de ese mismo día se reunieron en casa de las Zasekina los invitados de costumbre, y yo entre ellos. La conversación giró en torno al poema de Maidanov; Zinaida lo elogió sinceramente. (…) – De pronto, en la orilla, ruido, alboroto, antorchas, panderetas... Es una multitud de bacantes que corre cantando y gritando. Ahora ya es asunto suyo pintar el cuadro, señor poeta... sólo quisiera que las antorchas fueran rojas y largaran mucho humo, y que los ojos de las bacantes brillaran bajo las coronas, y las coronas tienen que ser oscuras. No olvide tampoco las pieles de tigre y las copas, y el oro, mucho oro.»
(…)

«Entró Belovzorov; me alegré de su llegada.
–No he encontrado un caballo manso para usted –dijo con voz severa–; Freutag me recomendó uno, pero no estoy seguro. Tengo temor.
–¿Pero a qué le teme? –preguntó Zinaida–, permítame preguntarle.
–¿A qué? Pues a que usted no sabe montar. ¡Dios me guarde de que ocurra algo! ¿Qué fantasía se le ha venido a la cabeza?
–Bueno, eso es cosa mía, mesié mi bestia. En ese caso, le pediré a Piotr Vasílievich... (Mi padre se llamaba Piotr Vasílievich. Me sorprendió que ella mencionara su nombre con tanta ligereza y soltura, como si estuviera segura de su disposición a servirla).»
(…)

«Bajé al valle; un sendero estrecho y arenoso serpenteaba por el valle y conducía a la ciudad. Me encaminé por ese sendero... A mis espaldas resonó el ruido sordo de unos cascos. Me di vuelta, sin querer me detuve y me quité la gorra: vi a mi padre y a Zinaida. Montaban uno junto al otro. Mi padre le decía algo, inclinándose hacia ella con todo el torso y apoyando su mano sobre el cuello del caballo; se sonreía. Zinaida lo escuchaba en silencio, con los ojos severos y bajos y apretados los labios. Primero los vi a ellos solos; recién unos instantes después apareció por detrás de un recodo del valle Belovzorov, con uniforme de húsar y una manteleta al hombro, sobre un caballo negro cubierto de espuma.»
(…)

«Los pasos se dirigían directamente hacia mí; me agazapé, listo a salir a su encuentro... Apareció un hombre... ¡Dios mío! ¡Era mi padre!
Lo reconocí enseguida, aunque iba todo cubierto en una capa oscura y con el sombrero caído sobre los ojos. Pasó de puntillas frente a mí. No me vio, aunque nada me ocultaba, pero me había encogido y acurrucado tanto que parecía estar a la par del suelo. El celoso Otelo, dispuesto a matar, se convirtió de súbito en un escolar... Hasta tal punto me asustó la inesperada aparición de mi padre, que al principio ni siquiera llegué a advertir de dónde venía ni hacia dónde había desaparecido.»
(…)

«…me tumbé en la cama. No sollocé, no me dejé llevar por la desesperación, no me pregunté cuándo y cómo aquello había sucedido, no me sorprendí de no haberlo adivinado antes, hace tiempo, ni siquiera murmuré contra mi padre... Lo que supe era superior a mis fuerzas: esa súbita revelación me aniquiló... Todo había terminado. Todas mis flores habían sido arrancadas de un tirón y yacían a mi alrededor, desparramadas y pisoteadas.»
(…)

«En la calle, a cuarenta pasos de mí, ante la ventana abierta de una casita de madera, estaba mi padre, de espaldas a mí; se apoyaba con el pecho en el marco de la ventana, y en la casita, medio oculta por una cortina, había una mujer sentada, con vestido negro, que hablaba con mi padre; esa mujer era Zinaida.» …

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